Justo acabo de leer un artículo, acerca del título, que no me ha sorprendido en gran medida. Se nos acusa a nuestra generación (la mía, inicios de los 80) de no ser comprometidos o sufridos en los trabajos, cuando estamos viendo que la precariedad laboral es nuestro pan de cada día. Palabras tales como becario, prácticas, temporal, pruebas… suenan en las entrevistas de trabajo, y no consiguen sino despertar un poco de nuestro odio interno contra el que las pronuncia, y por ende, contra la empresa a la que representa.
Por si lo anterior no fuese poco, la generación de nuestros padres se propuso invertir en ladrillos como si de acciones se tratara, y nos han dejado un panorama en el que tener una vivienda ya no es ni siquiera un sueño; es (y será durante un tiempo) imposible obtenerla.
No digo que haya más de uno de mi quinta que no merezca siquiera un puesto de trabajo, el que sea, ya que yo lo he visto. Caraduras, engreidos, tocapelotas, mezquinos… los han habido siempre, y a todas las edades, así que generalizar nunca es la solución. NO somos la generación de tocarnos las pelotas. NO somos menos trabajadores que nuestros progenitores. NO estamos dispuestos que nos minen la moral y nos echen la culpa de todo.
La solución no está en nuestras manos, sino en toda la sociedad, empezando por empresas y gobiernos. Ellos verán cuando quieren dar el paso…